Never let to go

lunes, 26 de octubre de 2009


Miras ahí fuera, por el espejo de mi enorme ventanal, y uno no se deja de sorprender. En bendito mundo vivimos, la gente, dispar como la serie de colores que te puede recitar una tía, deambula con prisa, a su aire, de un lado para otro, ocupada en sus cosas para darse cuenta siquiera que la observo divertido, mientras tomo mi café recién levantado.

Es curioso que seamos tan distintos, pero a la vez iguales, todos tenemos nuestras necesidades básicas que queremos satisfacer, todos queremos al menos por un momentos , ser esa persona que durante un periodo por minúsuculo que sea, que es el centro del mundo. A nuestra manera todos los buscamos, nos encanta que nos valoren.

Pero luego a la vez somos tan distintos, en la manera de afrontar las cosas, de vivirlas, de sentirlas, de contarlas, de... de... de...

Supongo que en gran medida soy una persona feliz, porque he aprendido a aceptarme tal y como soy, me he forjado y para lo bueno o lo malo soy asi, tengo mis virtudes, y tengo mis defectos, que no son pocos, pero soy así, y he aprendido a convivir con ello, a aceptarlo, a aprender y a sacarle partido.

Quizás por eso puedo estar por la mañana, ante un día arduo de clase disfrutando en mi mundo feliz del amenecer de un nuevo día.

Ahora preparándome para meterme en cama sigo con esa misma cara de sobado que hace horas, con estos pelos tan míos, y con mi cara de niño con sonrisa "pilla".
Sigo siendo feliz pero mientras escucho mi querida música, con la que puedo desconectar, ponerme las pilas o quedarme dormido en cama, pienso en esa gente tan especial que busca el agrado y el engrandecimiento del resto a costa de otros, y pienso en esos otros objetos de las mofas y las iras de otros. Los primeros son gente respetable y respetada, que marca con una gran X sus víctimas y "gracias" a ellas seguirá en la cúspide de la escala social. Los segundos ahogan sus penas en sus sentimientos, en su soledad mental, preguntándose quizás el porqué. Seguro que son gente que merece la pena, pero quedar marcado desde un principio es una gran losa que normalmente les acompañará el resto de los días.

Me he parado a pensar si yo soy de los primeros o de los segundos, sólo tengo claro que no creo que sea ni de unos ni de otros. Soy el primero en reirme de alguien, pero creo, y digo creo que tengo un límite. Y tampoco de los segundos, porque para bien o para mal, la vida me ha marcado a fuego no en mi piel, sino en lo más profundo de mi alma, y me ha forjado tal y como soy hoy, tengo un grupo de amigos que muchos quisieran, tengo la suficiente confianza en mi como para reirme de mi mismo el primero, y tengo la suficiente cabeza como saber cuando decir basta.

Lo dicho, para bien o para mal soy así, como soy hoy, como soy ahora, con esa cara de niño con esa sonrisa endiabladamente pilla; mañana seguro que disfruto de mi café con la misma alegría y con el mismo sueño que hoy.

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